Alexis (Serguéi Simanski)

Patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Rusia, Simanski nació de una familia aristocrática. Obtuvo un doctorado en Derecho por la Universidad de Moscú, y tres años más tarde cambió su nombre por el de Alexis cuando fue nombrado monje ortodoxo. Se hizo con el doctorado en teología por la Academia Teológica moscovita y diez años después se le ordenó obispo de Tivhkin hasta la revolución bolchevique.

En los años veinte fue nombrado director de la diócesis de Leningrado y después arzobispo de Novgorod. Durante la Segunda Guerra Mundial se encontraba en Leningrado realizando labores como Metropolitano.

Pasada la guerra y restablecida la iglesia ortodoxa rusa, fue nombrado miembro del Santo Sínodoy y con la muerte del Patriarca de Moscú se le eligió para sucederle, realizando labores en pro de conseguir estrechar sus lazos con el gobierno comunista. De hecho, el régimen soviético le concedió la Bandera Roja del Trabajo por su labor conciliadora.

Trató de formar a un clero joven y tuvo un punto de vista muy crítico hacia la Iglesia Católica, de la que dijo que era enigmática e imprevisible en sus reacciones. A pesar de todo, envió observadores al Concilio Vaticanos II. Incluso permitió la unión de fes al dar permiso a los ortodoxos para participar en la liturgia del catolicismo, como la participación en las misas y la comunión, algo que la cúpula jerárquica de la iglesia ortodoxa rusa criticó muy duramente. Una de las últimas labores que realizó este líder religioso fue la fundación de una iglesia ortodoxa en los Estados Unidos, que funciona actualmente a espaldas del Patriarca de Constantinopla ya que este no la reconoce como independiente.

Su independencia obedecía a la imposibilidad de que las iglesias ortodoxas de fuera de Rusia pudieran mantener el contacto durante la revolución rusa, de modo que se les concedió la autonomía hasta el momento en el que las comunicaciones volvieran a ser posibles. Sin embargo, tras la apertura de Rusia algunas de las iglesias no quisieron volver a depender de un patriarca y solicitaron la autorización para seguir funcionando bajo la cabeza de su obispo, cosa que algunas consiguieron pero que otras no, y por lo tanto algunas de ellas se rebelaron y se autoproclamaron autocéfalas, en espera de que una situación continuada bajo esa denominación logre por fin que el patriarca les conceda esa autoridad. La Iglesia Ortodoxa de América consiguió esa denominación en los años setenta por Alexis, pero Constantinopla invalidó ese extremo.