Alfonso XI de Castilla

Tras la muerte de su padre Fernando IV, este nieto de Alfonso X el Sabio fue tutelado por su madre primero y por su abuela después, mientras que sus tíos don Juan y don Pedro, infantes de España, formaron un equipo regente hasta su muerte en una campaña militar en Granada. Tras esto los infantes don Felipe y don Juan el Tuerto dividieron el reino con el propósito de alzarse como reyes, mientras los ejércitos árabes y los nobles que buscaban el poder saqueaban sin piedad el reino de España.

Tras la declaración de su mayoría de edad con catorce años, asumió el trono y logró reforzar su poder, eliminar los problemas de Gibraltar y conquistar Algeciras. Esto dio comienzo a una serie de ofensivas para conseguir la reconquista del reino moro de Granada y otras tierras dominadas por los reinos de taifas.

Su sobrenombre de el Justiciero se le asignó por la dureza que mostró para controlar a los nobles desde el mismo comienzo de su ascensión al trono, llegando incluso a ordenar la ejecución de los nobles o incluso ordenando emboscadas en los que asesinaba a quienes se opusieran a él, como hizo con su tío segundo Juan el Tuerto en la localidad de Toro (Zamora).

En sus ofensivas de conquista y tras la firma de una tregua con los musulmanes al comienzo de la Guerra de los Cien años, este tratado terminó y se dirigió hacia Gibraltar para sitiar la ciudad. En ese asedio el monarca fue infectado por la peste negra, la pandemia más mortífera que ha sufrido la humanidad en toda su historia y que afectó a Europa en el siglo XIV. Alfonso XI no pudo sobrevivir a la enfermedad y sucumbió con el resultado de que se ha convertido en el único rey de toda Europa que murió como consecuencia de esa enfermedad.

Se le embalsamó en Jerez de la Frontera y sus vísceras fueron enterradas en la Real Capilla del Alcázar de Madrid. Su cadáver fue trasladado en varias ocasiones, primero a Sevilla, luego a la Catedral de Córdoba y trescientos años más tarde a la Real Colegiata de San Hipólito de Córdoba fundada en memoria de la Batalla del Salado junto a los restos de su padre. Ambos cuerpos reposan en sendos sarcófagos realizados en mármol rojo desde el siglo XIX. Le sucedió su hijo Pedro I.