El cardenal francés
Antoine Perrenot de Granvelle nació el 20 de agosto de 1517 en Ornans, Besanzon. Su padre, Nicolás Perrenot, era primer ministro de Carlos I de España y V de Alemania.
Antoine estudió en Padua y Lovaina, y a temprana edad fue introducido por su padre a la vida política. Los favores y beneficios eclesiásticos se derramaron sobre el joven. Se convirtió en protonotario apostólico en 1529, archidiácono de Besançon, archidiácono de Cambrai, y fue nombrado obispo de Arras en 1538 a la edad de veintiún años. Residió muy poco en su diócesis y vivió en Bruselas, donde tuvo una participación activa en las negociaciones políticas de su padre. Se le encargó dirigirse al Concilio de Trento en nombre del emperador (9 de enero de 1543) y tomó parte activa en todos los asuntos importantes de Carlos V, como por ejemplo la entrevista de Niza, la paz de Crepy (1544), el interín y el matrimonio de Felipe II con María Tudor de Inglaterra. En 1550 sucedió a su padre como guardián del sello del emperador, pero no tenía el título de canciller. Su influencia continuó creciendo bajo Felipe II. fue nombrado Arzobispo de Mechlin en 1559 y cardenal en 1561.
Como miembro del Consejo de Estado de los Países Bajos, fue el consejero más valioso de la regente, Margaret de Parma. Estaba en correspondencia directa con el rey, y libremente juzgaba y criticaba a la regente. Tanto poder despertó los celos de la nobleza, especialmente la del Príncipe de Orange y el Comté d'Egmont, los personajes principales de los Países Bajos, que estaban indignados de ver a Granvelle preferido antes que ellos. Se emplearon todos los medios para despertar la opinión popular contra él con caricaturas, canciones y panfletos. La regente e incluso el propio rey fueron asediados por las protestas. Finalmente, los nobles declararon que se abstendrían de asistir al Consejo de Estado siempre que allí se reunieran con el cardenal. El rey creyó prudente sacrificar a su favorito frente a una hostilidad tan terca y feroz. En consecuencia, Granvelle fue "autorizado a visitar a su madre en Borgoña" (1564). Nunca más volvería a ver los Países Bajos, aunque a su partida dejó sus papeles, libros e imágenes, con la esperanza de un rápido regreso.
Se retiró a su Besançon natal, desde donde continuó su correspondencia con el rey. Finalmente fue enviado a Roma en 1565, donde participó activamente en la formación de la Liga Santa, que resultó en la celebrada victoria de Lepanto. En 1571 el rey lo nombró virrey de Nápoles, cargo que ocupó hasta 1575 y luego regresó a Roma.
En 1577, Felipe II le ofreció permitirle regresar a los Países Bajos bajo Margarita de Parma, pero el cardenal se negó a regresar a un país que había dejado en circunstancias tan humillantes, y donde ya no podía ser de utilidad. El rey lo convocó a Madrid (1579). En Madrid, como en Bruselas, Besançon, Nápoles y Roma, fue un consejero fiel y valioso, aunque al final su reputación parece haber disminuido. Después de renunciar a su arquidiócesis de Mechlin, recibió la de Besançon en 1584. Murió en Madrid y fue enterrado en Besançon, pero sus restos fueron dispersados durante la Revolución Francesa.