António Vieira

Vieira viajó a Brasil con sus padres, cuando tenía seis años. Educado en el colegio de los jesuitas en Bahía, se unió a la Compañía de Jesús en 1623 y fue ordenado en 1635. Pronto se convirtió en el predicador más popular e influyente de la colonia, y sus sermones exhortaban a las diferentes razas a unirse a los portugueses en armas contra los invasores holandeses de Brasil y que se consideran la primera expresión de la mística brasileña de formar una nueva raza con sangre de diferentes pueblos y orígenes. Además de la lengua tupí-guaraní, la lengua franca del litoral brasileño, Vieira aprendió una serie de dialectos amazónicos locales y kimbundu, el lenguaje de los esclavos negros que habían sido llevados a Brasil desde Angola.

Vieira trabajó entre los indios y esclavos negros hasta 1641, cuando fue con una misión a Portugal para felicitar al rey Juan IV en su ascensión. El rey pronto cayó bajo el hechizo de Vieira y su personalidad magnética y segura de sí misma y llegó a considerar al alto, delgado y dinámico jesuita como "el hombre más grande del mundo". El rey le hizo tutor del infante, predicador de la corte, y miembro del consejo real. La devoción de Vieira al rey era tal que, después de la muerte de Juan (1656) se formó una idea fija de que el rey volvería para inaugurar una profetizada edad de oro de paz y prosperidad.

Entre 1646 y 1650 Vieira se dedicó a misiones diplomáticas en Holanda, Francia e Italia. Pero por su abierta defensa de tolerancia hacia los judíos convertidos al cristianismo en Portugal y por su disposición a ceder Pernambuco a los holandeses como un precio para lograr la paz, se hizo de muchos enemigos en Portugal. Para 1652 era evidente que por prudencia debía abandonar el país y dirigirse a Brasil. Su denuncia de que había propietarios de esclavos en Brasil dieron lugar a su regreso a Lisboa en 1654. Durante su estancia en Portugal, aseguró la firma de decretos que protegían a los indígenas brasileños de la esclavitud y creaban un monopolio de los jesuitas en el gobierno de los indios. 

En 1655 regresó triunfalmente a Brasil y reanudó su misión apostólica en Maranhão y en el delta del Amazonas donde, durante seis años, viajó intensamente y trabajó con energía antes de ser obligado a volver a Lisboa en 1661. Por profetizar el regreso de Juan fue condenado por la Inquisición y encarcelado (en 1665 -67).

Tras su liberación (1668) se trasladó a Roma, donde logró asegurar la tolerancia, al menos temporal, para los Judios convertidos. Permaneció allí durante seis años, llegando a ser confesor de la reina Cristina de Suecia y miembro de su academia literaria. En 1681 regresó a Bahía, donde fue un incansable luchador por la libertad de los indios, hasta su muerte a los 89 años.

Vieira es reivindicado como un maestro literario tanto por los portugueses como por los brasileños. Aunque su estilo de prosa, en su ornamentación, latinismos y conceptos elaborados, es un producto del Viejo Mundo, sus obras son del Nuevo Mundo en su libertad emocional, teniendo libertad de pensamiento, y una actitud de avanzada en cuanto a la tolerancia racial.