Carlos I de Inglaterra y de Escocia nació el 19 de noviembre de 1600 en Dunfermline (Escocia), hijo de Jacobo I de Inglaterra y Ana de Dinamarca. Fue bautizado el 23 de diciembre de 1600 en la Capilla Real del Palacio de Holyrood, en Edimburgo.
El futuro rey creció con ciertas dificultades, a los tres años aún no era capaz de hablar. Sufría también de raquitismo, y por esta razón no era bien visto en la corte.
A los cinco años fue nombrado duque de York y caballero de la Orden del Baño; en 1611 se convirtió en caballero de la Orden de la Jarretera, y al año siguiente, después de la muerte de su hermano mayor Henry (Príncipe de Gales) a causa de la fiebre tifoidea, se convirtió en príncipe heredero, pocos días antes de su duodécimo cumpleaños.
En 1616 asumió el título de conde de Chester y Príncipe de Gales y, después de la boda de su hermana Elizabeth, quien se trasladó a Heidelberg con su marido Federico V del Palatinado, Carlos quedó como único hijo del rey de Inglaterra.
Ascendió al trono a los veinticinco años, en marzo de 1625; Carlos I se casó por poder, en mayo de ese mismo año con Henriette, una niña de tan sólo dieciséis años; se unieron oficialmente en matrimonio el 13 de junio, en Canterbury. El matrimonio tuvo nueve hijos.
Su casamiento incrementó su reputación negativa: el Parlamento, de hecho, era hostil a la presencia de una princesa católica.
Después de ser coronado el 2 de febrero de 1626 por el arzobispo George Abbot (sin su esposa, que estaba ausente por motivos religiosos), Carlos I de Inglaterra disolvió el Parlamento para re-convocarlo poco después, impulsado por la necesidad de dinero, aunque las Cámaras, en 1628, le presentaron la famosa Petition of Right, que limitaba los poderes del rey, garantizando ciertos derechos a los súbditos. Carlos aceptó esta petición en medio de muchas dudas, y luego disolvió nuevamente el Parlamento, cuando los Comunes llevaron a cabo una protesta contra su política eclesiástica, considerada demasiado favorable a los católicos. Es así como, desde 1629 hasta 1640, Carlos I gobernó sin Parlamento.
En estos años, firmó la paz tanto con Francia como con España: la primera en 1629, mientras que la segunda al año siguiente. De hecho, su reinado se caracterizó por una cierta subestimación de la política exterior; en el frente interno, sin embargo, restableció fuertes impuestos que previamente habían sido abolidos y tributos que ya estaban en desuso, tomando decisiones de ningún modo apreciadas por su pueblo.
En 1637 provocó una revuelta en Escocia, y dos años más tarde se vio obligado a firmar el Tratado de Berwick para restablecer la calma: entonces, para declarar la guerra a Escocia, decidió volver a convocar al Parlamento, que se reunió en 1640. Éste, Sin embargo, se mostró poco propenso a cumplir con los deseos y exigencias del rey; por esto lo volvió a disolver de unas pocas semanas (fue el llamado Parlamento Corto, que funcionó desde el 13 de abril hasta el 5 de mayo).
Derrotado una vez más por los escoceses, después de haber reunido un ejército muy débil, Carlos se empeñó en convocar otra vez al Parlamento: el 3 de noviembre de 1640, iniciando el llamado Parlamento Largo (que duraría hasta 1660).
En 1641 el monarca británico intentó sobornar a sus oponentes escoceses, junto con los católicos irlandeses, con el fin de constituir un ejército con el que contrarrestar al Parlamento; su plan, sin embargo, falló. Al año siguiente trató de arrestar a cinco de los más importantes representantes de los Comunes en el Parlamento, pero también en este caso, el intento fue en vano: lo que resultó en las 19 Proposiciones que se remontan al verano de 1642, cuyo objetivo fue limitar la acción del rey, transformándolo en un simple soberano titular, sin poderes reales.
Se disparó entonces una guerra civil que duró hasta 1645 en la que Carlos I, resultó derrotado; trató de negociar con los ganadores, pero sin éxito. En 1647 decidió escapar a la Isla de Wight, y establecer una alianza con Escocia: buscó la ayuda de sus antiguos enemigos para recuperar el trono, prometiéndoles a cambio el reconocimiento durante tres años del presbiterianismo. Sin embargo la coalición del rey fue derrotada y Carlos I fue transferido al castillo de Hurst, antes de ser trasladado al castillo de Windsor.
En las primeras semanas de 1649 se aprobó una ley en la Cámara de los Comunes para establecer un comité cuya función era procesar al rey: la acusación estuvo a cargo del Procurador General John Cooke, y fueron 135 comisionados nombrados.
La Corte encontró a Carlos I culpable de alta traición al pueblo británico, estableciendo que debía sufrir la pena de muerte, resolución aprobada por 59 comisionados. El ex monarca, por lo tanto, fue llevado al Palacio de St. James como prisionero, y desde allí al Palacio de Whitehall, donde tuvo la oportunidad de encontrarse con su hermana, la princesa Isabel.
El 30 de enero de 1649, el rey fue sacado de Whitehall y llevado a una plataforma especialmente fabricada: antes de ser ejecutado, utilizaba dos camisas de algodón para no temblar por el frío (al verlo temblar, la gente habría pensado que lo hacía por miedo).
Una vez sobre la plataforma, dijo una oración, bajó la cabeza, y fue decapitado con un solo golpe del verdugo.
Posteriormente, varias personas fueron hasta la canasta donde había caído la cabeza del rey, para mojar con su sangre algunos pañuelos blancos: fue el comienzo del mito del rey mártir.
Oliver Cromwell, uno de los principales antagonistas del rey, permitió que la cabeza del soberano fuera cosida al cuerpo, para poder llevar a cabo los funeral privados.