Su inquietud por los temas sociales y de caridad hacen dudar sobre si admirarla por estos temas o por su producción literaria, pero no hay ninguna duda de que esta mujer,
Concepción Arenal, abogada criminalista, escritora, socióloga y periodista, fue una de las mentes más brillantes del siglo XIX.
Concepción Arenal Ponte nació en Ferrol, España, el 31 de enero de 1820; aunque vivió una vida fascinante, siempre estivo rodeada de dificultades y desgracias, además de haber vivido tiempos convulsivos: el reinado de Isabel II, la República, las guerras carlistas y la restauración de
Alfonso XII.
A los 9 años su padre, militar de pensamiento liberal, fue encarcelado y murió dos años después; posteriormente y sin recursos financieros, su madre, ella y su hermana pequeña se mudaron a Madrid.
En 1841, después de la muerte de su madre, decidió estudiar derecho, carrera ésta prohibida para las mujeres hasta 1910; sin embargo, tomó la decisión y asistió a las clases como oyente en la facultad de derecho de la Universidad Central, disfrazada con traje masculino, una levita y sombrero cilíndrico para no dejar escapar ningún rasgo de su figura femenina, solamente con la ternura de su conciencia sagrada; pronto adoptó y se la conoció con el mote de "joven misterioso".
En 1848 se casó con el abogado y escritor Fernando García Carrasco y ambos, poco después, comenzaron a colaborar con el periódico "La Iberia". Arenal publicó su primer libro: "Fábulas y Romances", pero la felicidad aún no la había alcanzado, su esposo murió 9 años después dejándola con 3 hijos.
Su determinación imparable la llevó a continuar el trabajo, firmando artículos con el nombre de su difunto esposo y aceptando la mitad del salario; sin embargo, la obligación de identificar a los autores de los artículos ratificada por una nueva ley, y el temor del director de reconocer que la guía editorial de su periódico era de una mujer, finalizaron en su despido.
Fue entonces cuando decidió regresar a Galicia y establecerse en La Coruña, donde comenzó a escribir dossiers, presentándolos en congresos penitenciarios internacionales; sus tesis sociológicas y judiciales fueron traducidas a varios idiomas.
En varios artículos de prensa, denunció las malas condiciones del sistema penitenciario español y también los muy graves defectos funcionales de los hospitales, por lo que fue nombrada en 1864 como visitante general de las cárceles. Tampoco dejó de prestar atención a la educación: "la educación que se da a las niñas en España es el arte de perder el tiempo", escribió.
En 1870, junto con la coruñesa Juana de la Vega condesa de Espoz y Mina, fundó "La voz de la caridad" una revista centrada en asuntos penitenciarios y de caridad.
El 4 de febrero de 1894, esta penalista profundamente católica, murió en Vigo con gran homenaje y, desde entonces, no hay una ciudad gallega que no tenga una calle en su nombre.