Pedro Pablo Barca de Bolea y Jiménez de Urrea, X Conde de Aranda fue un político y diplomático español, nacido en la ciudad de Huesca el 2 de agosto de 1718 y fallecido en Zaragoza, el 15 de septiembre de 1798.
Perteneciente a la nobleza media española, su familia poseía muchas posesiones en las colonias de Perú y Chile: su tío materno era José Manso de Velasco, gobernador de Perú, y uno de sus antepasados fue Baltasar de Zúñiga.
A los doce años fue enviado al seminario de Bolonia, para luego abrazar la carrera militar como cadete de la Escuela Militar de Parma; más tarde fue capitán de artillería durante la guerra española de Sucesión austriaca.
Amigo de Teodoro de Croix, emprendio un largo viaje en las colonias de América del Sur, a sabiendas de los problemas y la pobreza existentes allí. En 1740, Fernando VI lo nombró embajador en la corte portuguesa, pero al comienzo de las hostilidades entre España y Portugal (1762), no dudó en tomar el cargo de lugarteniente de la Armada Española bajo el mando de Nicolas de Carvajal: se apoderó de la ciudad de Almeida y fue derrotado por las tropas de la coalición anglo-española de John Burgoyne y el príncipe Guillermo de Schamburg-Lippe, en la batalla de Valencia.
Como Inspector General de Artillería, con la ayuda de Rafael de Sombremonte y Martín de Mayorga, dos oficiales importantes, emprendió reformas militares significativas.
Gracias a la influencia en la corte de Francisco Gil de Taboada, pronto accedió a los círculos cortesanos y fue Capitán General de Valencia en 1763 y Presidente de la Junta de Castilla y hombre de confianza del rey, una posición casi equivalente a la función de primer ministro.
Formó un gabinete de iluministas, compuesto entre otros por Agustín de Jáuregui, Joaquín de Montserrat y Juan-Francisco de Güemes, realizó muchas reformas, incluido el alejamiento progresiva de la corte de Antonio Caballero y Góngora y Antonio María de Bucareli y Ursua , líderes de los jesuitas, hasta su expulsión de la orden en 1767.
Realizó también reformas en las colonias con la ayuda de Manuel Antonio Flores, jefe de la Armada Española.
A la muerte de Carlos III, perdió sus importantes cargos y fue embajador en París en 1793.