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Nació: | 15 Abril 1882 | Italia |
Falleció: | 07 Abril 1926 |
Signo del zodiaco: | Aries |
Tras empezar a estudiar filosofía en Roma, continuó sus estudios en la Universidad de Leipzig, Alemania, tras lo cual regresó a Italia y se unió a un grupo de intelectuales revolucionarios en Florencia denominado el Leonardo, en el cual no tardó en destacar y convertirse de algún modo en su cabeza pensante y su director.
Uno de los integrantes de este grupo no tardó en darse cuenta de este hecho, y cuando finalmente el Leonardo se desintegró, se unió todavía mas a su figura y le animó a que dirigiera la Biblioteca filosófica florentina, donde comenzó a dar salida a las obras más representativas de su colección de escritos filosóficos.
A los treinta años se distanció un tanto de este estilo de vida y se planteó dedicarse a la carrera de periodista, por lo que se fue a roma para trabajar como corresponsal en el famoso diario Corriere della Sera, en el que defendió la actuación de Italia durante la Primera Guerra Mundial. Acabó por alistarse en las filas del ejército como voluntario, alcanzando la categoría de capitán y recibiendo la medalla al valor por su intervención.
Tras la firma del Pacto de Roma y terminada la Gran Guerra, Amendola se dedicó a la política, en la que entró como diputado de Salerno y fue ascendiendo hasta distintos ministerios. Pero con la llegada del fascismo, movimiento que el propio Amendola consideró desde un principio como potencialmente peligroso. Tras el asesinato del líder socialista Giacomo Matteotti y la imposición de la denominada Ley Acerbo, se declaró abiertamente contrario al régimen dictatorial de Benito Mussolini y abandonó las cortes del Parlamento como señal de protesta. Fundó un nuevo partido con el propósito de derrocar al régimen fascista o al menos de hacer oposición, algo que no solo no pudo conseguir sino que le sirvió para convertirse en el objetivo de los ataques de las escuadras fascistas. En Roma y Mantecatini le dieron una serie de palizas tan brutales que acabaron por provocarle una serie de lesiones de gravedad, de las que no consiguió recuperarse nunca y que finalmente acabaron por arrebatarle la vida en una clínica de Cannes en la que pasó los últimos meses de su vida. Su legado lo recibieron sus hijos Giorgio y Piero, además del personal del diario El Mundo, al que perteneció durante los últimos años de su vida y en el cual expresó abiertamente sus ideas.