Jose María Velasco

Mientras estudiaba en el Colegio Lancasteriano de Santa Catalina Mártir, Jose María Velasco trabajaba en un negocio de ropa. Fue en esta época en la que el afamado pintor empezó a concebir la pintura desde otra perspectiva. El amor por el dibujo lo llevó a destacarse entre otros tantos e hizo crecer su talento de una forma desmesurada. Así fue que en 1855, a pesar de sus bajos recursos económicos, comenzó a estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de México, primero dibujando y luego de unos meses se animó a indagar el mundo de los paisajes. Esta nueva técnica le enseñó a descubrir lo más imponente de la naturaleza, las cosas simples que hacen a un paisaje comenzaron a tomar importancia y color. La luz, el brillo y la forma comenzaron a ser captadas por el pintor de una forma casi única. Logró plasmar todo esto en una simple pintura de una manera armónica. Fuertemente relacionado con el Impresionismo francés, movimiento que marcó en él una gran influencia. También tomó tintes romanticistas para acentuar sus paisajes.

Sus ensayos comenzaron dentro de la Academia, en los corredores de la misma. Tenía el don de encontrar algo bello en lugares donde los ojos comunes no lo percibían. Se decidió a ir por más tomando clases de Anatomía, Geología, Minería, Botánica, Zoología, Matemática y Física.

Fue en 1860 que se abrieron cupos para un concurso dentro de la Academia, donde Velasco vio la oportunidad única de terminar con sus preocupaciones por la falta de dinero para pagar sus estudios. El premio de dicho concurso sería, ni más ni menos que una beca que permitiría al ganador terminar su carrera sin abonar un solo centavo. No solo ganó el concurso, si no que sus problemas económicos ya no serían para él un impedimento para seguir aprendiendo, si no que este logro vino aparejado de una gran confianza en sí mismo y entusiasmo por seguir creando su arte.

Se lo considera un gran innovador, precursor de una rama del arte, puesto que en la época en que Velasco elegía pintar naturaleza y paisajes colmados de brillo y color, el resto de los artistas elegía seguir la corriente que en ese momento estaba en auge: El cuerpo humano en sus diversas formas. Abarcando todo desde religión y mitología hasta la figura humana en sí. Si bien había un mundo de descubrimientos dentro de esta corriente, todos se movían dentro de lo mismo, así que Velasco siguió destacándose por su elección de pintar algo distinto. Eso lo convirtió en un artista consagrado de Europa y América hacia la segunda mitad del siglo XIX.

En 1868 contrajo matrimonio con Luz Sánchez Armas Galindo y, con solo 18 años, se transformó en profesor de Perspectiva de la Academia de San Carlos hasta 1902. Eso le dio un poco más de soltura económica y decidió dejar de lado la pensión de la cual disfrutaba. Publicó su libro “La flora en el valle de México” y comenzó a incursionar en la Fotografía para 1882. También se desempeñó como dibujante en el Museo Nacional.

En 1889, el gobierno de Méjico le dio la posibilidad de convertirse en jefe de una delegación que llevaría pinturas de diversos autores hacía Francia para ser exhibidas en la Exposición Universal de París. El logró presentar 68 de sus obras más amadas y ganó la medalla de dicha exposición. 4 años después vino la Feria Mundial de Chicago, con motivo del festejo de los 400 años del descubrimiento de América, fue invitado y asistió a la misma.

Ya llegando a sus últimos años de vida, su corazón comenzó a traicionarlo. Algunos paros cardíacos lograron asustar al pintor que no se dio por vencido. Finalmente murió en agosto de 1912.

Algunas de sus Obras más destacadas:

Valle de México 

Templo de San Bernardo

Luces sobre el lago

El puente de Metlac

Patio de una casa vieja

Catedral de Oaxaca