Nacido el 19 de abril de 1603 en París,
Michel Le Tellier fue el secretario de Estado para la Guerra (1643–77) y luego el canciller que creó el ejército real que permitió al rey
Luis XIV imponer su dominio absoluto sobre Francia y establecer la hegemonía francesa en Europa.
Hijo de un magistrado parisino,
Le Tellier se convirtió en procurador del rey
Luis XIII en 1631 e intendente (agente real) del ejército francés en Italia en 1640. En abril de 1643, un mes antes que Luis XIV, de cuatro años, sucediera en el trono,
Le Tellier fue nombrado secretario de estado para la guerra por el ministro principal, el
Cardenal Mazarino. Durante el levantamiento aristocrático conocido como la Fronda (1648–53), permaneció leal a Mazarino, sirviendo como principal consejero de la reina regente, Ana de Austria, mientras el cardenal estaba en el exilio.
La experiencia de la Fronda enseñó a Le Tellier y a Louis que el ejército debía ser retirado del control de los nobles y hecho totalmente dependiente del rey. Le Tellier comenzó a reorganizarlo a mediados de la década de 1650 y, cuando Luis asumió el control personal del gobierno tras la muerte de Mazarino en 1661, Le Tellier fue admitido en el consejo interno de tres miembros del rey (Conseil d'en Haut). Sus principales reformas militares fueron instituidas durante los siguientes 16 años.
Con la ayuda de su hijo François-Michel Le Tellier, marqués de Louvois, aumentó drásticamente el tamaño del ejército, creando una fuerza permanente de 100.000 hombres en tiempo de paz que se cuadruplicó en tiempos de guerra. Los oficiales leales al rey fueron promovidos a los recién creados comandos generales, y la disciplina de las tropas mejoró enormemente. Además, Le Tellier perfeccionó un sistema de transporte militar centralizado que permitió al rey privar de suministros a los oficiales desobedientes. La nueva organización del ejército sobrevivió, con cambios menores, al estallido de la Revolución Francesa en 1789.
Aunque fue designado para la cancillería en 1677, Le Tellier continuó ayudando a su hijo a dirigir el ministerio de guerra. En su nuevo cargo, reformó los estudios de derecho y mejoró la contratación para la magistratura. Su odio al protestantismo lo llevó a alentar la persecución de los hugonotes, y poco antes de su muerte ayudó a redactar la revocación del Edicto de Nantes (1598), que había asegurado a los hugonotes una cierta libertad religiosa.