Simone Weil nació en París el 3 de febrero de 1909, fue la segunda hija de una familia judía asimilada. Recibió una educación privilegiada en liceos franceses y en la Escuela Normal Superior. Estudiante brillante e inusual, fue admirada por algunos de sus profesores y generaba temor en algunos de sus compañeros, mientras que otros se burlaban de ella por sus opiniones políticas radicales y la intensidad de sus convicciones. Su activismo político y el interés por el trabajo y la vida de la clase obrera, comenzó en sus años de estudiante.
Tras finalizar sus estudios en la Escuela Normal en 1931, enseñó filosofía durante varios años en diversas liceos provinciales para niñas. Eran años de depresión económica severa y gran agitación política en Europa, y el interés de Weil en el trabajador y su apasionada preocupación por la justicia social, la llevaron a dedicar todo su tiempo libre al activismo político en la unión de sindicalistas franceses. Enseñó clases a los obreros, participó en reuniones y manifestaciones, y escribió para una variedad de publicaciones de izquierda.
Al principio, compartía la creencia de sus compañeros en la inminencia de una revolución proletaria; pronto, sin embargo, tanto su experiencia dentro de la izquierda revolucionaria como su observación de la situación política internacional, la llevó a la conclusión de que lo que se había desarrollado en la década de 1930, era en nada parecido a lo que
Karl Marx hubiera esperado, que no había signos premonitorios de la revolución proletaria, y que una nueva clase opresora emergía: la burocracia administrativa. A pesar de que era una admiradora de Marx, se convirtió en una crítica mordaz del marxismo, al que acusó de ser un dogma en lugar de un método científico de análisis social. En la última mitad de 1934 escribió un largo ensayo titulado "
La opresión y la libertad" en la que resumió las deficiencias del marxismo, intentó su propio análisis del mecanismo de opresión social, y dibujó una imagen teórica de una sociedad libre.
En 1934-1935 la intensa simpatía de Weil para con los trabajadores y su deseo de conocer de primera mano cuál era la condición de la clase obrera, la decició a tomar una licencia para ausentarse de la enseñanza y pasar ocho meses como una trabajadora anónima en tres fábricas de París. La experiencia de un trabajador moderno, concluyó, lejos de ser un contacto duro, pero feliz con la "vida real", era perfectamente comparable a la de los esclavos de la antigüedad. Esta experiencia también reforzó su convicción de que la revolución política, sin una transformación total de los métodos de producción, métodos que dependían de la subordinación del trabajador tanto a la máquina como a la burocracia administrativa, nada podía hacer para aliviar la opresión de la clase trabajadora.
A pesar de que su experiencia con la izquierda organizada la desilusionó del activismo político; cuando estalló la Guerra Civil española, en julio de 1936, Weil, con la esperanza de que una genuina revolución de la clase obrera estaba en marcha en España, viajó inmediatamente a Barcelona. Se encaminó al frente y fue aceptada en una unidad de la milicia, pero después de sólo una semana sufrió graves quemaduras en un accidente de campamento, en su pie y tobillo, y regresó a Barcelona, donde fue hospitalizada.
Su experiencia en España la desilusionó aún más; sus observaciones en las varias semanas que permaneció allí la convencieron de que la atmósfera creada por la guerra civil, fue fatal para los ideales por los que se estaba librando la guerra.
A continuación Weil volvió a Francia, su mala salud le impidió regresar a la enseñanza; las quemaduras tardaban en sanar, estaba anémica, y las migrañas debilitantes que había sufrido durante años, empeoraron. Pasó los últimos años de la década de 1930 reflexionando y escribiendo sobre la guerra y la paz, y comenzando a formular sus pensamientos sobre la naturaleza de la fuerza, en el trágico sometimiento del espíritu humano a la misma, y en la tentación de la humanidad a endiosarla. Estas reflexiones encontraron expresión en dos ensayos notables, "La Ilíada o el poema de la fuerza", y "La Gran Bestia", un largo ensayo sobre los orígenes del hitlerismo, los cuales fueron escritos a principios de 1940.
Los últimos años de 1930 también trajeron una nueva dimensión significativa al pensamiento de Weil. Aunque agnóstica desde la infancia, se encontró en situaciones (contemplando la belleza de la pequeña capilla de San Francisco de Asís, escuchando un canto gregoriano en un monasterio benedictino en Semana Santa, recitar el poema de George Herbert, "Love" como objeto de concentración para ayudar aliviar un dolor de cabeza insoportable) en las que de repente se sintió abrumada por la presencia de Dios. Después de estas experiencias comenzó a considerar a Platón, a quien siempre había querido, como un místico y comenzó a buscar lo que llamó el "núcleo místico" en otras religiones. Llegó a creer que una sociedad no opresiva debía basarse en una convicción común de que cada ser humano es merecedor de respeto porque tiene un destino eterno. Su antigua creencia en la igualdad radical de los seres humanos (basado en la teoría cartesiana de que cada ser humano es capaz de saber tanto como el mayor genio si sólo ejercitara su mente correctamente)tenía ahora una dimensión sobrenatural.
Después de la ocupación alemana de París en junio de 1940, Weil y sus padres huyeron hacia el sur de la Francia no ocupada, asentándose en Marsella a partir de septiembre de 1940 hasta mayo de 1942. Durante este período Weil leyó extensivamente en griego, hindú, y otros textos, y pensó y escribió mucho. Creía que había encontrado una civilización verdaderamente cristiana, un modelo de tipo jerárquico pero no opresiva, que comenzó a formular como un ideal, en las ciudades dede los siglos 11 y 12 de la región de Languedoc, donde hacía más de 100 años el catolicismo co-existía con una forma de gnosticismo conocido como el catarismo.
Durante el tiempo que pasó en Marsella fue extraordinariamente productiva. Además de los ensayos sobre el Languedoc ("Un poema épico medieval" y "El Renacimiento Románico" incluidos en Ensayos Seleccionados), escribió ensayos sobre los problemas de la ciencia moderna (Sobre la ciencia, la necesidad, y el Amor de Dios); un gran número de ensayos sobre temas religiosos (Esperando a Dios e Intimations del cristianismo entre los antiguos griegos), o sus Cuadernos de Marsella. También pasó varias semanas como obrera contratada en los viñedos del valle del Ródano, durante la vendimia.
Aunque reacia a salir de Francia, Weil fue persuadido para acompañar a sus padres a Nueva York en mayo de 1942. Esperaba ser capaz de interesar al gobierno de los Estados Unidos en un plan que había concebido para organizar un cuerpo de enfermeras que irían a la batalla con los soldados, con el fin de darle los primeros auxilios y así salvar vidas que de otra manera se perderían debido a la conmoción y la pérdida de sangre. No hace falta decir que Weil quería ser una de esas enfermeras. Su propuesta fue rechazada, y después de cinco meses en la ciudad de Nueva York viajó a Londres para trabajar en la resistencia francesa. Se le pidió que elaborara sus propias ideas sobre cómo Francia debe ser reconstruida después de la guerra y escribió Echar raíces, un resumen muy condensado de su pensamiento sobre las causas de la pérdida moderna de enraizamiento en lo sagrado, y sugerencias para su posible cura.
El estrés y la desnutrición hicieron mella en su salud, y en abril 1943 fue hospitalizada con tuberculosis. Incluso en el hospital, por solidaridad hacia los franceses, no estaba dispuesta a comer más que magras cantidades de comida. En julio, problemas digestivos la llevaron a comer incluso menos que antes, y se deterioró rápidamente. Murió en un sanatorio en Ashford, Kent, el 24 de agosto de 1943, a la edad de 34 años.
El periódico Ashford, que narró la historia de su muerte, la describió como un suicidio. Cuando sus libros comenzaron a ser publicados y traducidos después de su muerte, esta historia de su supuesto suicidio por simpatía con los franceses hambrientos, capturó la imaginación popular, y ella fue ampliamente vista como una especie de loca santa laica, admirable, pero ridícula en su intensa seriedad e idealismo imposible y poco práctico. A medida que continuaron las publicaciones y traducciones de su prolífico trabajo en los años 1950 y 1960, esta imagen comenzó a dar paso a un estudio serio de su trabajo y un reconocimiento como una de las más lúcidas y desafiantes mentes del siglo 20.