El pasado martes se dio a conocer el informe financiero anual de la casa real británica, y el mismo generó polémica al revelar a los contribuyentes la suma que se gastó para remodelar
Frogmore Cottage, la residencia a la que se mudaron el
Príncipe Harry y
Meghan Markle.
Según lo declarado, las obras sufragadas por el Sovereign Grandt, los fondos públicos que se utilizan para financiar los gastos de la familia real (desde salarios de personal, manutención de palacios y compromisos oficiales) costaron un total de 2,4 millones de libras esterlinas, lo que equivale a casi 2,7 millones de euros.
Y es que Frogmore Cottage, propiedad del siglo XIX que la reina
Isabel II regaló a Harry y Meghan, estaba compuesta por cinco casas pequeñas que se utilizaban como dependencias del personal, y fueron los duques de Sussex quienes decidieron convertirla en una sola vivienda más grande, lo que requirió grandes cambios estructurales, desde renovación de cañerías, cableado y vigas, hasta la instalación de equipamiento moderno, en una obra que se inició hacia finales del 2018 y se completó hacia finales de marzo de este año.
Sin embargo, el responsable de cuentas y tesorero de la Corona, se adelantó al escándalo y aclaró que los arreglos de la propiedad eran necesarios para garantizar el mantenimiento a largo plazo del lugar, y nada tenían que ver con un "extravagante derroche de los duques de Sussex", quienes se sabe pagaron de su propio bolsillo el mobiliario.
A pesar de esto, muchos mostraron su descontento, en especial considerando el hecho de que anteriormente la pareja real había gastado 4,5 millones de libras en reformar sus dependencias en el palacio de Kengsinton, lugar en el que muchos opinan deberían haberse quedado para evitar este nuevo y extraordinario gasto.