Walter Black (Mel Gibson) es un hombre que padece una profunda depresión. Su única vía de escape, su único consuelo es un muñeco de peluche que representa a un castor, al que trata como si fuera una persona y a través del cual se comunica con el mundo como si fuera un ventrílocuo dominado por su creación.
Perseguido por sus propios demonios, Walter, que fue en otro tiempo un exitoso ejecutivo de una empresa de juguetes, es expulsado de casa por su mujer (interpretada por Jodie Foster, también directora del filme); y tanteando seriamente la posibilidad del suicidio, Walter recuperará su ilusión por la vida gracias al fortuito encuentro, en un contenedor de basura, con la marioneta del castor que, en un desquiciado ejercicio de ventriloquia, lo guiará en la reconstrucción su autoestima.
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