La acción transcurre en una pequeña aldea de Vermont, un lugar tranquilo de la campiña, donde, en un hermoso y soleado día, se oyen unos disparos, apareciendo en medio del campo un hombre muerto cuyo nombre es Harry. Varios de los habitantes de la aldea, por un motivo u otro, se consideran los responsables de esta muerte.
A partir de aquí, van desfilando por la pantalla una serie de personajes surrealistas, con unos brillantes y divertidos diálogos: la ex-mujer del muerto que cree haberle matado al golpearle, la solterona que está segura que le ha matado ella cuando le ha atizado con el zapato, o el viejo capitán que estaba cazando y que cree que un disparo fortuito suyo ha sido la causa del desaguisado, y que se pasará toda la película enterrando y desenterrando el cadáver, según las circunstancias vayan cambiando.
A estos personajes se añaden el pintor, el médico que pasa repetidamente junto al cadáver sin verlo, o el sheriff que quiere sabér qué es lo que está pasando. Personajes todos rocambolescos, a ninguno de los cuales parece importarles mucho el muerto.
Es una película muy divertida de Alfred Hitchcock, algo muy diferente a lo que nos tiene acostumbrados. Una cinta de humor negro inteligente y mordaz, con una bella fotografía.
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